Corría y a su vez cantaba "yira, yira..." y así, de un solo golpe, se perdió entre las sombras, en un pasaje angosto; éste lo dejó a salvo de las luces.
Hoy era una noche especial, el hombre gesticulaba y parecía algo nervioso. La oscuridad lo vió relojear un poco las calles y continuar su marcha. Después se afirmó en la pared e inhaló la fuerza necesaria para acometer sus pasos. Sin más, tomó el camino a la calle principal, ya no había vendedores de revistas ni estatuas que esperan una moneda, tampoco pájaros pidiendo su libertad, ni locos corriendo desnudos en dirección al mar; todo eso ya había pasado. Las luces diarias hacían un buen rato que no estaban y sólo las sombras recorrian las calles, unas van en busca de lo perdido y otras se confunden con el ollín de las cocinas de los restaurantes, la humedad de las casas antiguas y el olor nauseabundo de las cloacas.
Él continuó su marcha primero a paso firme y nuevamente corriendo, y mientras va tarareando yira, yira llega a la luz de una lámpara y allí fue en donde detuvo su carrera e hizo como que no pasaba nada y caminó tranquilamente. Alcanzó la esquina y encontró a la fuente canaletes, bebió grandes sorbos de agua para pasar un poco el susto y la ebullición que llevaba adentro.
La fuente le lavó su vaquero y camisa de color azul marino, tenían algunas manchas rojas pero a la luz de la noche no se notaba nada. El se sentía demasiado apasionado con ese color rubio de cabellos de los que se acababa de apoderar y gritarle soy Dios y soy el demonio adentro Sus pasos van tranquilos y piensa que ya había hecho lo que más le venía en gana y además tenía un gran placer; había abandonado a la causa de que sus delicados oídos hayan quedado con un grito sordo. Eso no le había permitido por un momento seguir escuchando la canción que siempre tenía en su cabeza.
Acelera su paso por la gran Vía y siente más nítidos sus versos "aunque te quiebre la vida/ aunque te muerda un dolor/ no esperes nunca una ayuda/ ni una mano ni un favor/ Yira, Yira.." El aire de la noche le devuelve la sonrisa. No volvió la vista atrás.
A lo lejos, mientras camina y canta su eterna canción, se sentía el ruido loco de las sirenas y el murmullo de los pescaditos y la gente del mar.
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