domingo, 30 de agosto de 2009

José Antonio Arcediano (Barcelona, 1964), licenciado en filosofía por la Universidad de Barcelona, es secretario del Aula de Poesía de Barcelona y coordinador de la Revista Parlada de dicha entidad. Forma parte de la redacción de Caravansari, revista de poesía en lenguas peninsulares. Ha coordinado diversos ciclos de lecturas y otras actividades relacionadas con la poesía en la ciudad de Barcelona, y ha participado como ponente y como invitado en diversos congresos, encuentros y recitales. Algunos de sus poemas han aparecido en diferentes revistas (Papers de versàlia, Piedra del molino, Alga, Letras salvajes). En diciembre de 2004 publicó Los bosques de Wisconsin (La garúa). Ha sido antologado en las compilaciones 10 de Barcelona (Abadia Editors, 2008) y El laberinto de Ariadna - 10 años de poesía (Emboscall, 2009). Con el libro La verdad del frío (La Garúa, 2009) obtuvo el Premio Internacional de Poesía Màrius Sampere 2008.
Estimados amigos les presento a unos de los poetas que he conocido en Barcelona, sus poemas respiran la cotidianeidad de la existencia, los miedos y fantasias a los que se acerca cada ser. El preguntarse por el porqué de las cosas, el importarle un bledo las luces de Nueva York y los formalismos en los que la gente siempre se encorceta. Un libro que aborda con nitidez la pesadumbre del ser humano, su lado infernal, y aún así no pierde la ilusión de la vida, para ello recurre a la ironía. Un poemario que nos habla de Wisconsin pero que podría ser cualquier lugar del planeta.
Les presento una breve muestra de los poemas de este libro, transcribo algunos poemas:
PALABRAS
Todo lo que me dices
no son más que palabras. Sin embargo
hay palabras hermosas que duelen como el hielo,
como los labios
en su muerte de cada madrugada,
que rozan la penuria
de nuestras inexactas latitudes.
Hay palabras desnudas,
palabras que no sirven para nada,
y sin embargo arrastran nuestros cuerpos
por el lecho de barro de a aurora
en busca de unos ojos asesinos
que maten para siempre nuestro miedo.
Hay palabras gastadas
que alimentan la fe del solitario
y seducen al loco, al que comprende
y sonríe seguro de sí mismo
frente al televisor del manicomio.
Hay palabras que el viento se las lleva
y palabras de mármol
que vigilan el sueño de los justos,
donde pudre el verbo
al ritmo vil de los invertebrados.
Hay palabras que llegan a destiempo,
como trenes llamados al letargo,
con sus luces cansinas persiguiendo otros túneles.
Hay palabras que llegan a las manos
y manos que se posan, silenciosas,
como falsos testigos en la noche,
en los nombres de todos los culpables.


LOS BOSQUES DE WISCONSIN
Allá dejé los bosques,
los árboles caídos
y la madera triste de los días;
el canto de los grillos
en la lenta figura de la noche estrellada,
las siluetas perplejas de los míos;
el encendido rubio entre tus hombros
y el verano de moscas incansables
en el que, muy despacio,
fuimos reconstruyendo nuestros nombres.
Recuerdo vagamente los bosques de Wisconsin,
aquel ardiente sol de media tarde
y tu lengua abrasando mi silencio.
Ahora lucho con todas estas calles vacías
e intuyo una frontera de gemidos
perdidos para siempre
en la colcha raída de los tiempos.

No volveré a Wisconsin...
pero no dejes nunca de esperarme.


VIOLINISTA EN BROADWAY
Desnuda se rozaba
con la piel de su viejo stradivarius.
Su rostro de placer lo dijo todo.
Yo quise conformarme con mirarla.


PSICHO-KILLER NUMBER ONE
Deposito
mi breve libertad en tu silueta,
mis fraudes en tus manos.
Me encomiendo a los broches de tu piel,
a tu tacto surgido de la noche.
Soberbio, me supero en la acrobacia,
y en la dicotomía,
en el ser o no ser de este momento,
resuena una campana,
resbala mi cuchillo por tu carne,
llueve sobre Manhattan
y me venzo a mi mismo en el pecado
de haberte poseído.

Saberte destruída me libera
en tanto tus despojos fructifican,
dispersos,
sobre la alfombra gris de las aceras.


LA IRRECIPROCIDAD DE LOS ESPEJOS

En ellos, cada gesto deviene en su contrario.
Yo miro cada día con amor infinito
ese rostro que aloja el odio en su mirada.



ADIOS
Decirte adiós ha sido
como sacar billete de vuelta
hacia mí mismo.


DIMENSION HISTÓRICA
La dimensión histórica
de esta mañana sucia de coches y de casas
simplemente no existe.
He salido a la calle pensando en escribirla.
Su furiosa rutina de casas y de coches
me ha borrado del mapa
y ha hecho de mí un sujeto
ahistórico y desdimensionado.

domingo, 23 de agosto de 2009

PASSADES MÀGIQUES




PASSADES MÀGIQUES
 
Con con el correr del tiempo he llevado máscaras. La primera fue la de un cura mestizo al que mataron los indios en América, pero antes fui Indio, un curandero para mis ancestros. Invocaba a mis Dioses por las enfermedades de los hombres y los enojos de la tierra. Después tripulé, junto a muchos, el gran mounstruo de madera que caminaba sobre el mar y allí acabó nuestra historia, dejaron nuestros cuerpos como regalos para los peces. Los otros regalos iban para otros, a un lugar en donde se pone el Sol, de donde vinieron estos Dioses Infernales.
Nuevamente supieron de mí, la Iglesia me persiguió en mi tierra al saber que hablaba con los muertos y dominaba los elementos, huí y me salvé de sus manos.
He pululado por México, por el Perú y allí ví al gran general, al gran guerrero indio partirse en cuatro y después nadie vió cómo nos apagábamos en la hoguera.
En plena conquista no pude liberarme del nombre que me pusieron, era un hijo más de los cien, de un tal Rodriguez, casta española. Se acabó la lucha pero continúa en la sangre.

Piso estas tierras lejanas, para la mirada de mi gente. Recorro sus lugares y en las callecitas de la antigua ciudad he descubierto que hay ecos de gritos americanos.
Visito Monserrat e invoco a la luna jo soc el teu fill qui arriba aquests llocs per a trobar la seva ànima; aqui estic mare meva, caminant novament, pero hoy no tengo más recuerdos ni el poder de antes. Sólo sé que ya no hay más tormentos, ni cadenas, ni temor y es por eso que vengo a llevarme lo que me pertenece: un futuro mejor. Mi única arma, de conquistador, es poder usar mis manos para hacer pases mágicos como en el pasado.


Eduardo A. Romano

martes, 18 de agosto de 2009

CARTA


CARTA

Hoy es un día triste

trato de escribir

todo el calor.

Sé que a lo mejor no pueda

verles sonreír

tampoco ver

cómo le pegan a la pelota

en una tarde llena de sol,

con el resultado en Contra

y que esta noche

tienen miedo de estar solos

porque hay muchos Duendes.

viernes, 14 de agosto de 2009

EL CARNAVAL DE LOS HOMBRES GRISES


Este es el Título del libro del poeta Pedro Luis Cano, nació en Jaén pero reside en Santa Coloma de Gramanet, Barcelona. Pedro ha ejercido diversos oficios destacando en los últimos años como productor musical y letrista.
Ha publicado Viaje al estanque de los peces dorados en la coleccion l'Esguard de La garúa en 2003, La sombra prestada en la colección Harmatán de Paralelo Sur y El carnaval de los hombres grises, de paralelo sur Ediciones.
P.L.Cano Es un poeta que invita desde el primer momento a la sublimación del poema y la amistad y es justamente esta palabra la que utilizan sus ojos y sus manos; y como dice Jordi Valls "los amigos son imprescindibles en la poesía de P.L.Cano"; sus poemas van siempre en la búsqueda de alguna luz pasada la oscuridad de la noche, de algún verso que le traiga a Jaén a sus pies y por supuesto también "harto" de pertenecer al carnaval de los hombres grises y al igual que el poeta salteño M.J.Castilla , parecería que el Cano dijera "Me dejo estar sobre la tierra porque soy el gozante."
Les entrego algunos poemas que llevan el sello de su poesía.
ALBA
a todos los que ven amanecer
Alba.
El poema decía:
las llagas del alba saquean la noche.
La seducción está en cruzar las arenas movedizas.
NÁPOLES
El Vómero.
San Marino.
La tumba de Virgilio.
Un vaso de grappa moliendo el tiempo.
El cielo en primavera,
un cielo infinito y el sol iluminando el Vesubio.
Compró un óbolo brillante a un bambino.
EL GRAN CARNAVAL
Harto ya de formar parte
del carnaval de los hombres grises
he decidido llenar mi boca de tierra.
No tengo pertenenecias: anduve el tiempo y presté
mi voz.
Perdedor perpetuo. Parido en cuclillas un día
cualquiera.
Elegí saltar sin mirar el abismo asido a la nada.
Amigo de muertos y vivos
me enemisté con los números
pues mi ropa siempre estuvo gastada.
Intenté atesorar palabras más nunca lo conseguí
aunque cincelé alguna.
A nadie dije que esperara ya que jamás me encontré.
Me interesó lo inútil
y así siempre cuesta arriba
dejé la canción de mis albarcas.
Una vez oí respirar un árbol
antes de unirse al fuego.

domingo, 2 de agosto de 2009

Un lugar en la oscuridad

YIRA

Corría y a su vez cantaba "yira, yira..." y así, de un solo golpe, se perdió entre las sombras, en un pasaje angosto; éste lo dejó a salvo de las luces.
Hoy era una noche especial, el hombre gesticulaba y parecía algo nervioso. La oscuridad lo vió relojear un poco las calles y continuar su marcha. Después se afirmó en la pared e inhaló la fuerza necesaria para acometer sus pasos. Sin más, tomó el camino a la calle principal, ya no había vendedores de revistas ni estatuas que esperan una moneda, tampoco pájaros pidiendo su libertad, ni locos corriendo desnudos en dirección al mar; todo eso ya había pasado. Las luces diarias hacían un buen rato que no estaban y sólo las sombras recorrian las calles, unas van en busca de lo perdido y otras se confunden con el ollín de las cocinas de los restaurantes, la humedad de las casas antiguas y el olor nauseabundo de las cloacas.
Él continuó su marcha primero a paso firme y nuevamente corriendo, y mientras va tarareando yira, yira llega a la luz de una lámpara y allí fue en donde detuvo su carrera e hizo como que no pasaba nada y caminó tranquilamente. Alcanzó la esquina y encontró a la fuente canaletes, bebió grandes sorbos de agua para pasar un poco el susto y la ebullición que llevaba adentro.
La fuente le lavó su vaquero y camisa de color azul marino, tenían algunas manchas rojas pero a la luz de la noche no se notaba nada. El se sentía demasiado apasionado con ese color rubio de cabellos de los que se acababa de apoderar y gritarle soy Dios y soy el demonio adentro Sus pasos van tranquilos y piensa que ya había hecho lo que más le venía en gana y además tenía un gran placer; había abandonado a la causa de que sus delicados oídos hayan quedado con un grito sordo. Eso no le había permitido por un momento seguir escuchando la canción que siempre tenía en su cabeza.
Acelera su paso por la gran Vía y siente más nítidos sus versos "aunque te quiebre la vida/ aunque te muerda un dolor/ no esperes nunca una ayuda/ ni una mano ni un favor/ Yira, Yira.." El aire de la noche le devuelve la sonrisa. No volvió la vista atrás.

A lo lejos, mientras camina y canta su eterna canción, se sentía el ruido loco de las sirenas y el murmullo de los pescaditos y la gente del mar.