Camino con la firme convicción de pasar la prueba. Ellos se reunían a la misma hora y hoy sábado a la hora de las fiestas; también sabía que rondaba mucho alcohol y que María, la hermosa decía presente, pero quería ser parte del grupo, ser uno con ellos, la banda más armoniosa de Europa.
Dicen,los que saben, que a los acordes los dominan con excelencia, su ensamble musical es tal que es un dulce para los oídos. Recorrieron todos los rincones de este viejo mundo, los grandes teatros de moda morían a sus pies, el Covent Garden en Londres, Teatro Alla Scala de Milan, Opera de París, Grand Teatre del Liceu de Barcelona.
En contrapartida, yo pululaba en bandas de poca monta y ni hablar de teatros, en mi curriculum había bares consumidos por los desvelos y los tugurios más recónditos de esta maldita ciudad; por eso quería mi oportunidad, no lo pensé más y me puse en marcha para la reunión.
Había leído un aviso en el diario y eso me revotaba en la cabeza como una pelota de ping pong “se necesita un músico, que domine el teclado... y es para conformar una prestigiosa banda, debe tener experiencia”.
Claro que la tenía, además, años pasando por ese lugar, escuchando desde lejos los ensayos y las fiestas, siempre viéndolos. Los sábados eran diferentes, llegaban sus admiradoras, las observaba marcar el piso 16 y después subir.
Antes aparecía el pelirrojo, él sólo dejaba un paquete y se iba tan rápidamente como había llegado.Era como un fantasma.
Crucé la calle e hice un alto antes de entrar al edificio, imaginé mis viajes con ellos, se parte de semejante orquesta, de semejante banda. Recordé lo que me dijeron cuando estuve al frente de la puerta de entrada “Esto es serio chaval, queremos tu compromiso, es de vida o muerte, la banda cuando firma un contrato lo cumple al pie de la letra... te esperamos a la once en punto” en ese momento les dije que sí. Ya listo al pie del portal jugaba un poco con las partituras, sin darme cuenta que era presa de mis nervios porque sabía que esa era mi oportunidad.
Eran las once de la noche y marqué el tan ansiado número 16, abrí con ganas el portal de entrada y también besé la estrella que llevo en mi collar y subí.
Dejé el ascensor y antes de llegar a la puerta sentía la música escaparse por entre las paredes, tomé aire y toqué el timbre Hola, pasa, te estamos esperando… ya lo hemos preparado todo. Ponte cómodo. Entonces vi acercarse al vocalista de la banda y decirme Es una sola vez… sólo una vez, gira el tambor y estás con nosotros.
Así lo hice, apreté fuerte los dientes, pero nada, sólo vi sangre en las paredes.
Eduardo Atilio Romano, Barcelona, Primavera, 2010.
MIDGARD, la Tierra Media.
Hace 10 meses