miércoles, 21 de diciembre de 2011

AIRE PURO

….. On....chiiiinnn…. Enter.…. marzo, año doscientos… los efectos del cataclismo disminuyeron…. Memoria en proceso de reanimación... Parámetro de vida, desconocido... play, recuperando datos y grabando. Análisis de la situación e informes:

Los peces se adaptaron al nuevo ambiente, al cerebro y a la inteligencia lo desarrollaron de una manera rápida y ya no hacen chapuzones para refrescarse un poco en las aguas y estar en la superficie, ahora les asusta lo peligroso del mar; las aguas se aquietaron y todo se está deshaciendo en las profundidades.

La sonda térmica de prueba da como resultado que sólo unos pocos seres sobreviven, han sufrido mutaciones. Los que no lo lograron son víctimas que encontraron la muerte y una tumba de miles de metros de profundidad.
Un gas sutil se esparce por todo el planeta y los peces, en su esfuerzo por vivir fuera de las aguas, desarrollaron un órgano que les hace filtrar el aire, todavía tóxico, por la boca y también expulsarlo. No le es necesario sumergirse en las aguas.
La gran explosión destruyó la superficie, primero devastó todo lo que se hallaba en pie y después la radioactividad penetró en cada partícula de vida, y más tarde los gases se condensaron en las alturas, y aunque esto no favorecía del todo, dio lugar a que nuevamente se gestara la vida.
Ahora los eternos habitantes marinos se adueñaron de la superficie y están provistos de una espina dorsal fuerte. El efecto del desastre y de los rayos del sol han mutado su coleta en dos fuertes huesos sobres los cuales se sostienen y caminan.

Las aletas dieron lugar a un par de extremidades con una palma uniforme y cuatro dedos. Esta característica los hace especiales para este nuevo tipo de vida. Mantienen sus labios gruesos y ojos vivos, también se alcanza a observar que están provistos de imperceptibles elementos que dan la idea de pequeñas pestañas. La cabellera, como la conocía la anterior civilización no existe sino que ahora es una pequeña rugosidad que cumple ese papel, es un cobertor repelente a las grandes dosis de rayos gamma y X que circundan el planeta. Poseen una masa craneal parecida a los de mis creadores.

Los árboles y plantas según los estudios de mi equipo se desarrollaron vertiginosamente. Tienen unos gruesos vellos por donde succionan sus alimentos (chupan pequeños microorganismos y agua de los ríos con niveles de radioactividad menor), genéticamente no son las mismas, hay un componente en la base de su raíz que procesa los alimentos y desatomiza el agua, es un aparato digestivo potentísimo, fruto del querer vivir.

Algunas están más evolucionadas hasta el punto de girar el tronco y las hojas. La capacidad de reproducirse hizo que poblaran rápidamente este territorio, los análisis y las grabaciones tomadas nos muestran que su sistema de reproducción es por medio de las semillas que ellas mismas producen y lanzan desde sus ramas y flores a todas direcciones. Condensaron el ambiente con un aire mas puro, y los gases de las alturas se fueron retirando hacia el espacio infinito.
Todos los otros animales que moraban a lo largo de los inmensos valles, montañas, llanuras y polos han desaparecido completamente, el sistema satelital que poseo me informa que no quedó vestigio de raza inteligente alguna. Ni quedaron huellas de sus huesos.

Los que soportaron el ataque únicamente fueron las infinidades de cajas de plástico, metales y los sistemas electrónicos que tenían un margen de vida de quinientos años y que eran renovables si así lo querían sus propietarios. Hoy están humeantes, porque también ellos sufrieron el impacto. Lograron llegar al límite de su capacidad, eran casi eternas pero este ambiente las destruyó. El gran impacto provocó una radiación que alcanzó niveles que ningún ser (que estuviera en tierra y al aire libre) podía soportar.
Los nuevos supervivientes del planeta recolectaron todas las cosas que tenían radiación y las llevaron a lugares alejados de su hábitat; ellos habían hecho caso a esos seres que le habían visitado miles de veces, esos que habían hechos sus bases en el fondo del mar. Seres para unos malignos mientras que para otros no buscaban más que el bien de todo lo que constituye el sistema galáctico; los peces fueron los únicos que lo acogieron con agrado.
Las criaturas de la superficie, mis creadores, en cambio, buscaban el enfrentamiento y la aniquilación de éstos que venían de las estrellas. Ellos les habían entregado los secretos de la existencia y de la evolución.

Había algo, un terrible temor en estos nuevos habitantes. Aunque se habían sellado todas las escapatorias y escondrijos, cabía una mínima posibilidad de que se escaparan unas cosas terribles desde el interior de la corteza hacia la superficie, ahora en proceso de cambio. Estas habían sobrevivido a la catástrofe también; seres abominables que se apegaron a la vida en las peores condiciones, sufrieron mutaciones como todos.

Mi cámara exploradora de parajes subterráneos arroja los siguientes datos de las criaturas: Tienen un par de garras afiladas, una cabeza muy dura, dientes que podrían despellejar de un bocado cualquier cosa que se mueva, y en sus ojos no hay luz. Su nueva vida los había hecho encorvados y oscuros. Del coxis de estos se alargaba una cola que lo adherían más a la tierra... se observa....
Memoria activa en su función mínima..... no se puede recoger más datos. Es necesario poner fuera de función...... para realizar una autorecarga solar....... y ....... se reanudara la bitácora de viaje.

martes, 13 de septiembre de 2011

YO

I

Las calles muestran sus esqueletos altos,
dibujan una ciudad borrosa
                      que se levanta en medio del vaho
                                                              y el calor;
                        los transeúntes,
                                             desasidos
                                                            locos
se apresuran en buscar un lugar,
                                       van despeinados
                                       con las corbatas hacia atrás 
y  un pequeño rumor de tela
                                      apretujada
                                                en los muslos.
No se dan cuenta
                   que les hago el boca a boca
                                       la frescura
                                       la fuerza.

Solamente saben de mí
                             cuando les provoco miedo;
escucháme cuanto te hablo
y si no podés
                     sólo probá
                     con acercar tus manos al oído.



II

La mañana se levanta con el sol a cuestas
                   por las calles deambulan, adormilados,
                                                          los limpiadores
                                              embellecedores de calles,
también el hombre lleva al hombre
                         con su tabaco entre los dedos,
                         sus años
les hacen ir con paciencia por las calles
                       toreando las bostas de los perros.

El cielo se deja ver y abre más su ojo,
                                     las gaviotas
                       giran aprovechando las corrientes.

TODO SUCEDE
                     DOY EL SOPLO QUE NECESITAN.



III


Ciudad, ciudad, ciudad
        cemento, luz artificial
              nylon, computer
                   petróleo, máquinas
nada me pertenece.

Yo sólo
         tengo el derecho
de darte el aire original
                     y el omega.

miércoles, 13 de julio de 2011

Coordenadas 37 grados 40’ 39’’ Norte, 4 grados 32’ 57’’Oeste

Las caminatas se tornaron interminables, no habíamos tenido contacto con nuestro adversario y si se quiere sólo habíamos oído detonaciones a lo lejos. “Esperar” era la orden, sin embargo, partimos a realizar nuevamente el reconocimiento del terreno Federico, Salvador, Paco y yo.

El sembradío se abre por el pecho de la loma que subimos. Sentimos la tierra húmeda, el sol claro dándonos en la cara, sus  rayos parecían tiros a los ojos.

La tarde transcurría esplendorosa y era lo único que brillaba por esos días. El país tenía un color gris y un olor a pólvora, soñábamos, los republicanos, que esto acabaría pronto.

Paco va cantando un fandango, Salvador me muestra la foto de su hijo que le acaba de enviar su mujer, yo sonrío de ver una cara tan tierna y Federico no alcanza a decir nada, sólo recibe una bala en la cabeza y cae ya muerto en el aire. Alcanzo a ver luces pero no hay tiempo. Nos dispersamos en distintas direcciones; yo no paré y hoy, al ver la foto en este museo firmada por Cappa, tengo agrios los recuerdos.

Eduardo Atilio Romano

miércoles, 22 de junio de 2011

 II

El tren continúa con su recorrido y se entremezcla cada vez más en el paisaje de la tarde que se está convirtiendo en noche. Los pájaros negros vuelan en círculos en un cielo gris y el hombre, aún más gris, observa todo. Acomodó despaciosamente sus cosas sin perder de vista a los que antes había marcado. Después los miró y los observó sentarse, no sin antes ver que verificaban el número de sus asientos, tenían el 15 y el 16, los otros estaban más atrás y habría tiempo de encargarse de ellos.
Fijó su atención en el tal Puñal y Amador. Para tenerlos más próximos se adelantó a sentarse en uno de los tantos asientos vacíos que había a dos filas atrás de ellos. El hombre, de espaldas, los escuchó hablar Sabes que tenía muy pocas ganas de venir, justo tuve que dejar de escribir el capítulo 8 de una novela que me tiene a mal traer. Amador espetó una respuesta, como para no quedarse atrás Bueno si te cuento lo mío no lo vas a creer, me llamaron ayer de una editorial de Badalona, quieren mis textos. Entonces, el perseguidor habló para sí Por dios estos tipos creyéndose escritores. Los conocía muy bien y siempre los había visto andar luciéndo el título de gran escritor. Aprovechaban todo lo que se les cruzara, encuentros literarios o alguna lectura de poemas y cualquier cosa que hacían lo trataban de hacer saber a los medios, que de alguna manera le hacían el cuento porque éstos saben bien con los bueyes que aran. Apretujó sus puños, después aflojó las manos y metió la derecha con la intención de buscar algo. Tanteó el fondo del portafolio y extrajo una cuerda prolijamente enrollada para después guardarla en uno de los bolsillos del pantalón.
El vagón del tren presentaba un aspecto solitario, desierto. Pocos son los que toman este tren al centro-norte del país. El trayecto es sinuoso y colorido de día pero con la oscuridad se torna hostil. La noche se apoderó del paisaje y de los pasillos, se apagaron las luces, sólo titilan las lucecitas de los baños y los pocos viajeros se disponen a dejarse llevar por el tren y por el sueño.
José continuaba con su charla de gran escritor y al rato hizo un alto y dijo que tenía que salir a descargar un poco los riñones y se dirigió atrás, al baño. El tren continuaba con su marcha, y las luces de otro que venía de frente lo pusieron todo blanco. El perseguidor sintió perderse en esa ceguera, en esa sinrazón y continuó, midiendo sus pasos siguió al que se había levantado y justo antes de llegar a la puerta le acomodó la soga al cuello y lo estrujó, sin darle tiempo a deletrear ninguna palabra, sólo tuvo la posibilidad de hacer el ademán de levantar las manos y querer defenderse de algo que no espera. Tensó más la cuerda, cerró la puerta y esperó un rato más para dar por terminada su faena. Por seguridad, le hizo un nudo ciego un poco más arriba de la nuez y le dislocó aún más el cuello. Lo dejó con la cabeza cruzada, y lo acomodó sentado en el inodoro. Después el hombre, sin más, volvió a su lugar.
Pasado un rato, Edgardo se entretenía hablando por teléfono Pero Montse, si sábes que son sólo cuatro días que estoy fuera de casa, no te preocupes que después voy al despacho y lo arreglamos todo.
El hombre estaba agazapado esperando algún movimiento, antes había sacado su estilográfica y se disponía a escribir la novela o por lo menos a eso era lo que aspiraba .Sostenía el cuaderno borrador en sus manos intentando dar sus primeras líneas y se vislumbraba un reflejo cortante en la mesita del asiento del tren. La luna y las ventanas abiertas delataban la extraña presencia.
Edgardo seguía con su parloteo Bueno no seas tan alarmista, viste que todo en esta vida tiene solución menos la muerte así que espera y ya lo solucionamos… mira tengo que cortar...Voy a ver qué pasa con Jose... hace más de veinte minutos que se fue al lavabo y no regresa… Joder, ya veo que otra vez tengo que ayudarle con sus ataques de ansiedad.
En la oscuridad de los dos asientos de atrás el hombre sostiene su estilográfica y víctima del resplandor que le provocaron las luces, escribe alucinado El sacó su 45 y le descerrajó nueve tiros en la cabeza, hasta vaciar el cargador en un descampado del barrio Maravilla. Nadie oyó nada. Cuando se dió cuenta que estaba bien muerto el muerto, miró a su alrededor para observar si algún chismoso asomaba la cabeza pero nada, ni las almas se atrevían a mirar. Los perros, que era lo más lógico que salieran al encuentro de los ruidos, estaban muertos de miedo y, además, las fiestas de navidad, fin de año y carnaval habían hecho estragos en ellos, así que al menor ruido estaban debajo de la cama.
Guardó el arma haciendo jueguitos al estilo cowboy, pero como no tenía cartuchera la metió entre medio del cinto y su panza que daba atisbos de empezar a engordar demasiado. Se acercó al muerto, lo escupió y le dio una patada en las costillas muertas y no tuvo reparos en detenerse a desenganchar el papel que le veía en su mano derecha. Todo había comenzado seis años antes, un 24 de marzo de 1977, en medio del ruido de las sirenas por el toque de queda y el de los allanamientos en diversos puntos de la ciudad, Jorge tuvo que irse en su fitito enfilando dirección al monte. Tenía que pasar a las sombras esa noche.
El barrio dónde vivía tenía tres calles largas que iban a morir a un cancha de fútbol, la calle del medio era la suya justo en un pasaje que comenzaba frente a una manzana alambrada poblada de inmensos troncos que eran la comida del aserradero del frente. Calles de tierra polvorienta en el verano y secas en invierno como la vida en esa parte de la ciudad. Jorge había llegado del sur hacia ya un buen tiempo, antes de los setenta.
De nuevo la luz penetrante le hace soltar la estilográfica y ponerse alerta, Edgardo acaba de dejar su móvil dentro de los bolsillos de la campera. Dirige su mirada y pasos en dirección al lavabo, sin percatarse de la sombra que lo sigue. No hay nada a qué temer y menos en un tren y en un país tan seguro, pensaba. Se acercó a la puerta y extrañamente, para él, estaba el cartelito de libre cuando se dispuso a entrar para ver si estaba su amigo sintió que entró él también a ese territorio frío y sanguinolento del que hablan sus relatos. De cabo a rabo incrustado el metal en su terso cuello burgués. El perseguidor no le dio la menor posibilidad de emitir un grito, lo empujó adentro y le atravesó la ropa una y otra vez cociéndolo a puñaladas.
El otro cuerpo inmóvil daba muestras de que la muerte le había aflojado los esfínteres, sin importarle, y en medio de la mierda reinante, le puso encima a este otro un poco más caliente. Tuvo el cuidado necesario de no ensuciarse los zapatos y después dirigió sus manos al lavatorio y se limpió las manchas. Antes de salir dejó puesto el cartel de ocupado. Afuera nadie rondaba por el vagón, sólo la luz roja le señalaba desde atrás pero estaba muda.

lunes, 7 de marzo de 2011

ÚLTIMOS ESTERTORES

I

Escondió la lapicera entre las cosas del portafolio que cargaba y se dispuso a subir, saltó desde el andén y se colgó de las agarraderas, ahí se detuvo y miró cerciorándose de que subieran todos. El uno  de pantalón de vestir  y chaqueta de pana lila, zapatos a tono y  por encima unos bigotes y anteojos que le daba un aire intelectual. El otro estaba más life, de vaquero y una camisa de algodón roja con una campera azul desgastada.

El uno se llama José Amador y el otro, Edgardo Puñal, escritores de poca monta,  se habían dado a conocer escribiendo algunos relatos sanguiñolientos, con un excesivo sentido de la creación de espacios trillados; sus protagonistas eran desquiciados o policias retirados ligados a la mafia; el primer novelista armaba a su personaje principal con un cuchillo de unos veinte centimetros de hoja y el otro, paradójimamente, le enfundaba una 45, recuerdo de sus años como policia y guardia de seguridad según lo que contaba su autor.

También esperó que el resto tomara el tren; estaban a unos veinte metros más atrás, aunque eran del mismo gremio se ve que no se aguantaban porque subieron por la puerta que estaba más lejos de ellos. Escritores que se ufanaban por mostrar sus creaciones literarias referidas al bajo mundo, al mundo que sin duda nunca conocieron y si saben algo de él será porque se lo han contado, lo han  visto en películas o lo leyeron en la universidad donde aprehendieron el oficio. Estaba seguro que eran hijos de papá y niños buenos avenidos a un mundo en que les da morbo la forma de matar, la forma de estrujar a las víctimas que tienen los asesinos que ellos crean.

Antes, los tres, habían tomado unas cervezas en el bar La amistad que está al frente de la estación; allí hicieron un diagrama de las actividades que iban a realizar. Manuel vas a dar  la conferencia junto al nabo de Vallecas pero bueno,....., es una buena hora y no viene mal hacerse amigo ... tiene contactos en Madrid y podría conseguirte buenos editores. Manuel Santos vislumbraba entre sus pupilas el deseo de ser reconocido como gran escritor pero los esfuerzos que hacía no tenían efecto en ninguna editorial de renombre y por eso siempre anduvo pagándose las ediciones de sus libros; iba por el sexto y nada. Así es Juan, espero contactar con alguien porque sino lo único que me queda es participar para el próximo año en el concurso europeo de novela negra, el de Estocolmo. Juan Macías, era el mejor de los tres, nacido de una familia burguesa, universitario y con un trabajo de profesor de filología hispánica, todo esto nos demostraba que él sí podía escribir buenas novelas, la crítica lo tenía en la mira y estaba listo para dar el gran salto pero aunque fuera el que escribiera mejor, sus libros tenían un aire muy intelectual y se notaba que hacía falta algo más en sus palabras, algo que le permitiera emocionar al lector y no ser tan superficial. El tercero en discordia, Jordi Pons, era más bien parco, callado y sus novelas tampoco habian sido muy agraciadas por la crítica, en síntesis podría decirse que su segundo apellido era fracaso; este observaba a sus compañeros y  al papel del programa de actividades y comentó de acuerdo con los otros  Por lo visto estamos en días distintos y eso nos viene bien para que podamos estar presente en cada una de nuestras conferencias y de paso, como dices Juan, hacemos sociales. Terminaron las últimas gotas de cerveza, mientras la música del bar los animaba a emprender la marcha,  pidieron la cuenta y apagaron los tres cigarros al unísono; luego, se abrieron paso entre la gente que había en el bar, llegaron a la esquina, esperaron el verde para cruzar la calle esquivando los transeúntes, los taxis y llegaron a la estación. Debían tomar el tren de las seis y faltaban 10 minutos, apuraron los pasos bajando las escaleras mecánicas y chocaron con el andén, de reojo miraron al costado derecho y vieron cómo subían José y Edgardo y prefirieron estar lejos, unos veinte metros más atrás.

La tarde agonizaba y daba sus últimos estertores, aunque desde los andenes no se observaba el cielo, se intuía, que la luna de agosto se dibujaba, y que afuera lo celeste era atacado por las gaviotas de la ciudad. El tren partía de la estación central  y  empezaba a descontar los kilómetros de destino.

El hombre que había observado todo, hizo un ademán con su mano derecha como queriendo asistir a un beneplácito personal; todo está como el quería, y por eso se aseguró de que ninguno se arrepintiera a último momento, entonces empujó con fuerza su cuerpo para el interior del tren y abandonó las agarraderas que le habían servido de apoyo, hizo dos pasos y estaba en medio del vagón, dejó a sus conejitos ubicarse y él hizo lo propio, ahora llegaba el tiempo de la espera.






jueves, 17 de febrero de 2011

L'AVIA

                                          
                                         

Miro al fondo de sus ojos:

                                  hay inmensidad
                                                   y fuego.

Sé que estoy en otro punto
                                de la historia
pero me aferro a esa luz que se está
                                         transfigurando
                        a esa esquina
                              que se aleja
                                         y despacio
                                            me dice adios,
               como un latigazo suena la palabra;

aún así voy
                me siento en sus faldas
                                          y me acurruco

esperando volver a mirar el barrio maravilla
                                                 
                                                  mi mundo
                                                  el mundo
                                                  lo perdido.