martes, 30 de marzo de 2010

LA BANDA

Camino con la firme convicción de pasar la prueba. Ellos se reunían a la misma hora y hoy sábado a la hora de las fiestas; también sabía que rondaba mucho alcohol y que María, la hermosa decía presente, pero quería ser parte del grupo, ser uno con ellos, la banda más armoniosa de Europa.

Dicen,los que saben, que a los acordes los dominan con excelencia, su ensamble musical es tal que es un dulce para los oídos. Recorrieron todos los rincones de este viejo mundo, los grandes teatros de moda morían a sus pies, el Covent Garden en Londres, Teatro Alla Scala de Milan, Opera de París, Grand Teatre del Liceu de Barcelona.

En contrapartida, yo pululaba en bandas de poca monta y ni hablar de teatros, en mi curriculum había bares consumidos por los desvelos y los tugurios más recónditos de esta maldita ciudad; por eso quería mi oportunidad, no lo pensé más y me puse en marcha para la reunión.

Había leído un aviso en el diario y eso me revotaba en la cabeza como una pelota de ping pong “se necesita un músico, que domine el teclado... y es para conformar una prestigiosa banda, debe tener experiencia”.

Claro que la tenía, además, años pasando por ese lugar, escuchando desde lejos los ensayos y las fiestas, siempre viéndolos. Los sábados eran diferentes, llegaban sus admiradoras, las observaba marcar el piso 16 y después subir.

Antes aparecía el pelirrojo, él sólo dejaba un paquete y se iba tan rápidamente como había llegado.Era como un fantasma.

Crucé la calle e hice un alto antes de entrar al edificio, imaginé mis viajes con ellos, se parte de semejante orquesta, de semejante banda. Recordé lo que me dijeron cuando estuve al frente de la puerta de entrada “Esto es serio chaval, queremos tu compromiso, es de vida o muerte, la banda cuando firma un contrato lo cumple al pie de la letra... te esperamos a la once en punto” en ese momento les dije que sí. Ya listo al pie del portal jugaba un poco con las partituras, sin darme cuenta que era presa de mis nervios porque sabía que esa era mi oportunidad.

Eran las once de la noche y marqué el tan ansiado número 16, abrí con ganas el portal de entrada y también besé la estrella que llevo en mi collar y subí.

Dejé el ascensor y antes de llegar a la puerta sentía la música escaparse por entre las paredes, tomé aire y toqué el timbre   Hola, pasa, te estamos esperando… ya lo hemos preparado todo. Ponte cómodo. Entonces vi acercarse al vocalista de la banda y decirme   Es una sola vez… sólo una vez, gira el tambor y estás con nosotros.

Así lo hice, apreté fuerte los dientes, pero nada, sólo vi sangre en las paredes.

Eduardo Atilio Romano, Barcelona, Primavera, 2010.

sábado, 27 de marzo de 2010

EL TREN

La tarde se inquietaba ante la insistencia de los loros que revoloteaban buscando las ramas de los árboles para pasar la noche.

Desde el interior de la casa los miraba y sentía unas ganas tremendas de tener alas para ver cómo los chicos jugaban a la pelota, ver cómo humeaba el pan, desde el corazón de mi casa, y se esparcía por todo el cielo. Sin aviso me despertaron de mis pensamientos; la llamada a los deberes, la comida de la noche y el dormir hasta el otro día.

Estando en la cama escuché decir a mi tata que haría un viaje. Siempre lo habíamos hecho juntos pero ahora iba sólo. Eso me resultó raro y de repente lo escuché decir "mañana viajaré a Orán, tengo que arreglar unos papeles para presentar en el trabajo, a lo sumo estaré dos días..."

En un abrir y cerrar de ojos el canto de los gallos se adelantó al despertador que puso mi viejo, por eso esperé ese canto para amanecer más temprano. Mis pensamientos me llevaron a esa última vez junto a mis primos en Orán, las imágenes eran borrosas y no estaban presentes sus caras. Sólo risas, el río, el Barrio maravilla y algunos perros toreando. Los pensamientos me llevaron aún más atrás, a un viaje subido en un tren ruidoso que martilleaba el cielo con sus gritos, que se abría paso por el campo y sin contemplaciones traspasaba las montañas y los ríos. Desde la ventanilla un pedazo de cielo se perdía de mi vista, la luz del sol de a ratos me peinaba la frente y sin darme cuenta desaparecía por entre mis manos, un cuadro de vacas y otro de una casa al fondo; todo condensado en pequeños esbozos de pintura natural. El sonido agitado de la máquina en mis orejas y entonces el despertador de mi viejo puso fin a todo eso y se abrió paso  un nuevo día.

Lo escuché caminar por la casa, esperé su baño y el cambiarse de ropa; esperé, esperé un poco más y le dije " Papí querés que vaya con vos a Orán?"

El no sabía cómo había hecho para estar despierto tan temprano, siempre había sido muy dormilón, me miró sorprendido y esbozó un reto que a la vez se transformó en una pregunta "Pero qué!!" "¿Que hacés despierto?" Le dije que quería hacer el viaje, ver a mis primos y que por sobre todo quería recorrer de nuevo el camino que me llevaba a Orán, verlo desde la ventana del tren. Sin hacer otra pregunta alistó un par de pantalones y algunas remeras mías, tomamos mate y salimos. En el camino me contó que esos mounstruos de acero se habían cansado de gritar por el campo y las ciudades, que sus rieles se habían convertido en grandes brazos inertes que cuidan nuestra patria. Después llegamos a la terminal de colectivos y tomamos el último tren.

Eduardo Atilio Romano, Barcelona, primavera 2010.

martes, 23 de marzo de 2010

Cançons de bressol

PISCIS

Hoy es tu día especial
se acaba febrero,

desde aquí te mando un poema

como beso
para que no se borre
nunca.

MARIELA

Tengo entre mis manos
tu tesoro;

guardo cada una de las palabras
y veo
como nace el amor
en esa pequeña hoja
que abre tu corazón.

CARTA

Hoy es un día triste
trato de escribir
todo el calor

sé que a lo mejor no pueda
verles sonreir

tampoco ver
cómo le pegan a la pelota
en una tarde llena de sol,
con el resultado en Contra

y que esta noche
tienen miedo de estar solos
porque hay muchos Duendes.

CASCARÓN

El hijo ya casi está en su punto
mientras tanto me pregunta
de qué colores son los caminos
si el lago parece un mar
si hace frío aquí afuera,

de a ratos intenta darme unas patadas
pero sólo golpea su lugar

le digo entonces que no me juzgue
que no espere mi regreso
y comience a dar sus primeros aires.

Que la vida lo espera
que hay bellos colores
y hace mucho frío.

Eduardo Atilio Romano, Barcelona, Primavera, 2010

miércoles, 17 de marzo de 2010

SUEÑOS

He iniciado el camino y traigo arena en mis manos, el sol de la tarde, la transpiración y el correr por las dunas, que veces se transforma en algún aeropuerto o en un maletero de un transporte transiberiano (espejismos en mi cabeza).
Algunos de los que venían conmigo decidieron por propia voluntad enterrarse y ser parte de este desierto que cuaja las carnes. El sol se les mete dentro de los cuerpos y escupen luz por todos los orificios de tanta sed. Mientras tanto los otros seguimos. No hay tiempo para las oraciones ni el pensar en ponernos tristes. Nuestra historia está plagada de mucho frio y sin pan los bolsillos. Migas, migajas es lo que tenemos

Las noches, como todas, nos esconde de aquellos que quiebran los sueños, de aquellos que asustan hasta los fantasmas. A lo largo de la línea, al frente de nuestras narices se escuchan risas, se ven luces multicolores. La estrella de Belén se mueve despacio guiando el camino, a los pastores del vientre vacio. A nuestras cabezas vienen como ráfagas los recuerdos. El hijo despidiéndose en un puerto improvisado, los pañuelos que lloran y miradas que ya no ven más que el frío del desierto.

La noche ahora se hace más cerrada, la luz se consume rápidamente y ya no hay espacio para ver al otro que está al lado.

Nada se mueve. Nosotros si. Apiñados nos rameamos siguiendo nuestra estrella, esa estrella que aunque nada se vea en el cielo la llevamos bien adentro. Serpenteamos los kilómetros que nos quedan y desde lejos: la valla.





Eduardo Atilio ROMANO, Barcelona, 2010.