sábado, 27 de marzo de 2010

EL TREN

La tarde se inquietaba ante la insistencia de los loros que revoloteaban buscando las ramas de los árboles para pasar la noche.

Desde el interior de la casa los miraba y sentía unas ganas tremendas de tener alas para ver cómo los chicos jugaban a la pelota, ver cómo humeaba el pan, desde el corazón de mi casa, y se esparcía por todo el cielo. Sin aviso me despertaron de mis pensamientos; la llamada a los deberes, la comida de la noche y el dormir hasta el otro día.

Estando en la cama escuché decir a mi tata que haría un viaje. Siempre lo habíamos hecho juntos pero ahora iba sólo. Eso me resultó raro y de repente lo escuché decir "mañana viajaré a Orán, tengo que arreglar unos papeles para presentar en el trabajo, a lo sumo estaré dos días..."

En un abrir y cerrar de ojos el canto de los gallos se adelantó al despertador que puso mi viejo, por eso esperé ese canto para amanecer más temprano. Mis pensamientos me llevaron a esa última vez junto a mis primos en Orán, las imágenes eran borrosas y no estaban presentes sus caras. Sólo risas, el río, el Barrio maravilla y algunos perros toreando. Los pensamientos me llevaron aún más atrás, a un viaje subido en un tren ruidoso que martilleaba el cielo con sus gritos, que se abría paso por el campo y sin contemplaciones traspasaba las montañas y los ríos. Desde la ventanilla un pedazo de cielo se perdía de mi vista, la luz del sol de a ratos me peinaba la frente y sin darme cuenta desaparecía por entre mis manos, un cuadro de vacas y otro de una casa al fondo; todo condensado en pequeños esbozos de pintura natural. El sonido agitado de la máquina en mis orejas y entonces el despertador de mi viejo puso fin a todo eso y se abrió paso  un nuevo día.

Lo escuché caminar por la casa, esperé su baño y el cambiarse de ropa; esperé, esperé un poco más y le dije " Papí querés que vaya con vos a Orán?"

El no sabía cómo había hecho para estar despierto tan temprano, siempre había sido muy dormilón, me miró sorprendido y esbozó un reto que a la vez se transformó en una pregunta "Pero qué!!" "¿Que hacés despierto?" Le dije que quería hacer el viaje, ver a mis primos y que por sobre todo quería recorrer de nuevo el camino que me llevaba a Orán, verlo desde la ventana del tren. Sin hacer otra pregunta alistó un par de pantalones y algunas remeras mías, tomamos mate y salimos. En el camino me contó que esos mounstruos de acero se habían cansado de gritar por el campo y las ciudades, que sus rieles se habían convertido en grandes brazos inertes que cuidan nuestra patria. Después llegamos a la terminal de colectivos y tomamos el último tren.

Eduardo Atilio Romano, Barcelona, primavera 2010.

2 comentarios:

  1. Que bonito la verdad que me gusta mucho leer tus escritos me transportan a mi tierra natal, a una infancia preciosa, al calor de la familia, etc, etc... En fin a sumergirme en recuerdos que jamás sacaré de mi corazón a pesar de la inmensa distancia que me separan hoy de aquellos rincones tan especiales para mi... Espero serguir empependome de la magia de tus relatos con tela de araña como dices...

    Un placer recorrer tus letras!!!

    Saludos y mi admiración.

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