domingo, 24 de enero de 2010

LA RUEDA

LA RUEDA


Ha muerto una paloma. Quebró su vuelo justo en el instante en que tenía el cielo a su merced. Cayó en medio de una plaza y mientras tanto sucede que la gente juega con sus perros, los chicos le dan fuerte a la patineta, en los bancos se observa algunas viejas cuchicheando y riéndose entre dientes, hay un grupo de jóvenes gritando un gol en un partido improvisado; todos hacen que la plaza sea un bullicio y esté llena de vida.
El pájaro está inerte a un costado de un pino y éste le acerca su sombra para que el sol no le de lleno. Se acerca un perro, la olfatea y sale despavorido buscando su dueño. Le mueve la cola y es como le dijera que ha sucedido algo, pero el hombre atiende con más atención a la mujer que le sonríe y le pregunta de qué raza es el perrito que tenés?. El no tiene más que devolver la sonrisa y quedarse embobado y pensar que ese puede ser su día.

El perro abandona a su dueño y se dirige a cazar los gatos que andan merodeando por los ligustrines del parque. Después se detiene, observa la tarde y se pierde en ella.

La danza de la vida continúa como si nada hubiera pasado, como si fuera sólo ese grano de arena en la playa totalmente inmensa. Sabrá alguien que ese pájaro ha dejado poyuelos en su nido? Alguién se preguntará si realmente era su hora de partir? La paloma yace crucificada en el centro del parque, un poco de tierra le lame el pico y sus plumas como papel se despegan y vuelan, y continúan volando como ella quería.
 
Eduardo Atilio Romano, Barcelona, 2010.

domingo, 10 de enero de 2010

LA LLUVIA

Llueve e inevitablemente los días se escurren entre los dedos. Camino sintiendo los golpes de la lluvia pero no importa porque también llueve adentro. Busco el refugio de los días en alguna esquina y sólo encuentro a Aarón cantando en el portal del ángel, entona melodías con sabor a blues, Togo habla por él y le sale por la piel.

Me acerco al semicírculo que se forma para verle interpretar sus temas y observo en cada uno la sonrisa en la cara, el extrañamiento, la sensibilidad. Será por eso que a mí también me trasmite su mensaje y mientras escucho los temas voy queriendo enderezar el corazón para no dejar caer una lágrima.

Termina la función y el mundo aquí afuera, en la calle, le aplaude y él sólo escucha el ruido de las manos dándoles las gracias, algunos se acercan y le piden una foto y la firma de su CD. Aarón no quiere espacios cerrados, ni grandes escenarios, ni pasar menos frío o calor sólo quiere estar al aire libre, porque así no se siente enjaulado y cree que así lo escucha todo el mundo.

Aarón ahora está libre de guerras, huyó de ellas hace ya un tiempo y África lo escupió por estos lugares de Europa. No quiere la vuelta, aunque quisiera ver otra vez los paisajes dejados y la gente. No quiere volver porque sabe que en esta parte del mundo puede cantar en la calle y soñar que vive de ello. Nunca más quiere volver porque le es difícil ver a sus compatriotas sufrir aunque nunca haya visto nada y sus ojos sean dos témpanos fríos.

Me alejo con el ritmo de su voz en la cabeza y trato de imaginar un país.


Eduardo Atilio Romano, Barcelona, 2010.