martes, 21 de agosto de 2012

HOMENAJE AL POETA JESÚS RAMÓN VERA

Les paso el siguiente texto que está en el libro Bermejo del poeta Jesús Ramón Vera, palabras que hace tiempo escribió otro enorme poeta: Walter Adet.... tan vigentes para la poesía salteña como para aquél que quiera escribir poesía, como dice el poeta "el arte es, y ha sido siempre, mas implacable y despiadado que la vida"

Al final del texto los invito a escuchar al grupo Niebla que tocó este sábado pasado en La Musa, el tema que interpreta es Vidala para mi Sombra.


POEMAS DE SUFRAGIOS
Jesús Ramón Vera quiso que estas líneas no fuesen más que una conversación entre nosotros, tan informal como su libro, impreso en boletas de sufragio.
Pero no hubo nunca “votos en blanco” en nuestros diálogos nocturnos; en esas guarderías o aguantaderos transminados, con hombres que ven caer del puente su camino.
Autor de SUBSUELO en 1983, Vera incluye aquí cuatro poemas de esa primera entrega y acentúa la magia y el misterio en su búsqueda. (Yo conocí su indignación ante muchos “colegas” ansiosos de prestigio, con páginas que claman urgentes eutanasias)
Sus poemas están entre los que mejor consiguen subsistir, ganarse la vida más dignamente que otros en la provincia. Pero rehuyendo siempre acentos lacrimosos y negándose a salvarse por la “vía húmeda” del olvido.
Acaso porque sabe que la poesía es humilde oficio, pero que es también el roce de la mano con la vigilia; que es la fricción contra la tabla oscura.
Ahondar hasta la larva del ser, o demorar más de la cuenta en un poema; tardar en él, para no darnos tan pronto con la agonía de otra gestación.
Puesto que todos somos un oficio encarnado sin elección posible desde que obra el destino. Unos columnas de catedrales y palacios y otros ese roído pilar de albañilería doméstica en las cocinas. Grande o pequeño el hombre pero fugaz en todos los casos, a fin de cuentas.
Mientras parece guiarlo por instinto un consejo “exagerar lo esencial y dejar deliberadamente vago o ambiguo lo accesorio”. Acorralado por una necesidad expresiva que lo desborda, a veces, porque en él es más fuerte la pasión que el conocimiento y que el más refinado instrumental.
¿Con qué razón medirlo metro en mano, entre otros de su misma generación? Séame permitido no obstante señalarlo, mientras él nada dice de sí mismo ni de su amor ante una frase.
Es que la poesía tiene sus secretos de alcoba y es púdica y celosa de sus vigilias en la noche, cuando nos entra un sueño que “no deja dormir”
Cuando está el hombre anticipándose al mañana y una almohada es la alfombra de sus futuros pasos por el mundo.
Vera percibe lúcido y crispado la emanación del tiempo en sus arterias. ¿Oscuro algún poema? Puede ser, pero siempre código descifrable por hombres de su misma pulsación.
Tan opuesta la suya a esas conciencias de goma de borrar, palpables en otros escritores; en muchos que si le quitan el espesor de un dedo a su tamaño, desaparecen.
Por él y algunos pocos la juventud salteña advierte que los impulsos altruistas no se convierten por sólo su nobleza en poesía. Que hace falta algo más. El arte es vida, pero ¿no es también artificio, que es decir capacidad de creación?
Mientras empiezan a cundir entre nosotros críticos de obras malas o mediocres, como restauradores de tumbas… ¿Quién les dirá que hasta el agua bendita puede ser gasolina rociada sobre ciertos ataúdes, cuando el sepulturero toma medidas drásticas?
Pero Vera se abstiene de opinar y quisiera mostrarnos con un ejemplo que un poema finalizado a tiempo, sigue, que no termina; que acabado en su punto cabal, no tiene fin.
Y aprende y nos recuerda que el gran poema no es un impulso repentino sino la reunión de muchos pequeños hallazgos, puestos en una sola dirección.
Hay en él notas negras y crispadas porque amenaza el tiempo con su acumulación de años baldíos, entre bibliófilo que olvidan ver en cada hombre a un incunable.
Sabedor de una vez y para siempre que quien se dice “estoy de vuelta” es porque comenzó a retroceder.
Hombre contaminado de sí mismo y alucinado. Consciente de que el arte es, y que ha sido siempre, más implacable y despiadado que la vida.
WALTER ADET
Salta, julio, 1989




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